jueves, 22 de junio de 2017

Cartas a Malone. Primera Carta



Querido Malone:

Escribirte me hace feliz. Me hace feliz saber, finalmente, que me lees. Imaginarte leyendo las cartas que tanto te he prometido me hace sonreír, porque en mi imaginación, al leerlas, tu también sonríes.

Malone, te amo y siempre te voy a amar, aunque no te lo he dicho. Te amo desde el primer día cuando te hablé y casi me ignoraste por estar atento a tu celular ¿recuerdas?,en realidad no me importó, era parte de mi trabajo atender muchos asuntos y tu solo eras uno de ellos. Créeme cuando te digo que es mi primera impresión de ti, no lo tomes a mal.

Dicho eso puedo contarte que soñé contigo pocos días después de conocerte. Estabas en mi santuario, ese lugar al que viajo en mis sueños lúcidos. Mi santuario es mi casa que queda en Darjeeling, la Tierra del Rayo.

Darjeeling es una ciudad en el estado indio de Bengala Occidental. Es la sede del distrito de Darjeeling, en los montes Shivalik en la cadena inferior del Himalaya. Desde mi habitación para meditar puedo ver la nieve sobre la cordillera cuando estoy sentada al lado de mi buho blanco Totem. Es en Darjeeling donde hacen el mejor té del mundo.

En el sueño entraba a casa descalza, para sentir el calor del piso de piedra caliza blanca después de un día de sol y al llegar a la habitación estabas ahi con un smoking gris suave y un corbatín violeta que hacía destellar tus ojos marrón. Sonreías con tu mano izquierda guardada en tu bolsillo y en la derecha, en alto, sosteniendo para mi un vestido verde menta que hacía juego con tu atuendo de una forma muy curiosa. Me invitaste a cenar y supe desde ese sueño que tu eres y serás el amor de mi vida.

Supe de inmediato que iba a tomar tiempo pero el sueño me dio la tranquilidad de saber que te había encontrado finalmente.

Ahora que te conozco bien se que no hay un hombre como tu. Tu caballerosidad está extinta y puedo asegurar que hay un Rey Arturo vivo en pleno siglo XXI.

No te enfades si te digo que te estudié a partir de ese momento, comprende que no podía evitarlo y lejos de obsesionarme mantuve una paz, una calma indescriptible.

Malone, el que me pidas que te escriba es la señal que había esperado por meses para poder cultivar el bonsai al que llamaremos vida. No habrá desde este momento una pareja más compenetrada, más comprendida e inmortalizada, hasta el fin de los tiempos.

Cartas a Malone. Segunda Carta.

Querido Malone:

Me haces felíz, cada día, por el hecho de interesarte en mis pensamientos y mis historias. Gracias por eso.

Lo que me pides es fácil de contar. Te escribo esta historia sentada en el cuarto de meditación. Totem, mi búho, había estado molesto porque no he pasado tiempo con él, pero eso ya quedó resuelto. Le dí de comer y dormita en su madero. Mientras duerme me da el tiempo de responderte. Afuera está nublado, hay mucha humedad en el ambiente y la temperatura está a dieciséis grados Fahrenheit.

Como te comenté hace un año esa parte de mi vida es importante y trascendental.
Mi padre fue el primer hombre que rompió mi corazón, la única persona en abandonarnos, a mi madre y hermanos, a nuestra suerte y ahí radicaba mi rencor. Él siempre lo supo y evitaba a toda costa tener conversaciones serias conmigo para nunca recibir mis ideas, opiniones y conclusiones al respecto. Al vernos disfrutábamos de un tiempo juntos, pero superficial: risas, recuerdos y felicidad sin embargo, al vernos a los ojos, sabíamos que no decíamos lo que había en el alma. Esto me incomodaba, yo tenía mucho que decir. Intenté muchas veces sacar de adentro un par de cosas pero él no lo permitió, decía  no querer hablar de eso. Si yo insistía se molestaba y se iba, si lo dejaba así disfrutábamos el resto del tiempo de manera superficial y hasta falsa.

A cambio lo castigué, entre muchas formas, por ejemplo invitándolo a mi boda como a un extraño poco tiempo antes de que se llevara a cabo, sabiendo que no podría asistir y asumiendo  que no podía entregarme. Lo excluí de mis decisiones importantes. Le informaba y le avisaba pero no le di su lugar como padre. Supongo que le dolió, pero nunca me lo hizo saber.  La única ocasión en que me preguntó sobre mi carrera mi respuesta fue dura, le dije que él era la última persona que podría reclamarme por no ir a la Universidad.  

Créeme Malone, querido, hubiera dado todo por ir. De hecho lo hice, pero física y matemáticamente se hizo imposible continuar si había que trabajar primero y atender a una persona con discapacidad, pagar las cuentas y apagar incendios antes de permitirse soñar. Lo responsabilicé por esto, él era el responsable de mi nulo progreso y educación, otro punto para el rencor.

Él le reclamaba a mi madre esa postura de mi parte, decía que ella metía ideas de odio a sus hijos como si eso hubiera sido necesario. No Malone, fui muy dura con él pero por decisión propia, además me parecía un insulto a la inteligencia que creyera que yo no tenía criterio para tomar postura y me tragara todo lo que dijera mi madre. Malone comprenderlo y perdonarlo me tomó muchos años después de su muerte.

El día que lo hice  vino al Santuario en otro de los sueños, vino a Darjeeling. Totem lo miraba como si sospechara de él y cuando nos sentamos a su lado el ave voló hacia las montañas. Ese día nos vimos a los  ojos y cuando yo iba a abrir mi boca con reclamos me dijo: “Perdóname, no sabía cómo ser tu padre, te di lo que sabía, que no era mucho, pero te amé más de lo que me amaba a mí mismo aunque te cueste creerlo.” No respondí nada, lo perdoné.